CLARA LUZ GAVIRIA

Por eso te recomiendo que reavives el don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos. Porque el Señor no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de moderación. No te avergüences, pues, de dar testimonio de nuestro Señor.

Jesús, abrazó siempre la vida tal cual se le presentaba. Llegaran con un rostro o con otro, simplemente actuó según la necesidad de la persona que se acercaba. Nosotros también fuimos llamados como Pablo y a veces con temor y temblor le hemos preguntado como él. ¿Señor, qué quieres que haga...

Seguir a Jesús lleva consigo una misión: hacer realidad el Reino de Dios en nuestra sociedad. Hacer que sus valores de justicia, fraternidad, de paz, de verdad y de amor, la hagamos realidad en este mundo tan necesitado de estos valores. Es misión difícil, pero contamos siempre con Él.

«Reina y Señora mía, valedme de abogada con vuestro Santísimo Hijo, a quien no me atrevo yo a recurrir. Madre mía, si es que en el otro mundo he de tener la suma desgracia de no amar a un Señor tan digno de ser amado, alcanzadme, a lo menos, que en éste le ame todo cuanto yo pueda»

Recuerda, Virgen María, todo el poder infinito que nuestro buen Salvador te dio ante su Corazón. Pongo en ti mi confianza, refugio de pecadores; tú eres mi única esperanza en un mundo de dolores.

Recuerda, Virgen María, todo el poder infinito que nuestro buen Salvador te dio ante su Corazón. Pongo en ti mi confianza, refugio de pecadores; tú eres mi única esperanza en un mundo de dolores. Santa Isabel de la Trinidad. o.c.d.

Eligió a los que quiso y los envió

¡Qué hermosos son los pies del que anuncia la paz a sus hermanos! Grita lleno de gozo, pregonero, que traes noticias buenas: se rompen las cadenas y el sol de Cristo brilla esplendoroso. Grita sin miedo, y denuncia a mi pueblo sus pecados; vivimos engañados, pues la belleza humana se marchita .

Señor, enseñanos a orar en unidad. Que podamos ser uno en la fe, en el amor y en el servicio. Concédenos celebrar no sólo todo lo que nos une, sino también nuestras diferencias, alegrarnos en la diversidad y compartir las riquezas de nuestras respectivas tradiciones. Amen.

Y la divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la salvación a aquellos que, sin culpa por su parte, no han llegado todavía a un expreso conocimiento de Dios y se esfuerzan, con la gracia divina, en conseguir una vida recta.